FRANZ KAFKA
Nació en Praga en el 3 de julio de 1883. Fue el hijo mayor de una acomodada familia de comerciantes. Se doctoró en leyes en 1906.
Su literatura es, al tiempo, expresión del realismo más seco y del terror más barroco. Obras suyas como La metamorfosis o El proceso han dado lugar al adjetivo kafkiano, que designa una situación tan angustiante como absurda, producto de fuerzas que trascienden el alcance de quien las sufre. Kafka y lo kafkiano describen una de las condiciones trágicas de lo humano, concretamente del hombre moderno, siempre supeditado a instituciones que lo subordinan: la familia, la religión, el Estado.
Antes de morir solicitó que su obra fuera incinerada. Por fortuna, para toda la literatura universal, su deseo no fue atendido. Ha sido reconocido como una influencia crucial por autores como Gabriel García Márquez o Albert Camus. Son de Jorge Luis Borges estas palabras —con las que cerramos esta reseña, tal vez innecesaria—: “Kafka ha sido uno de los grandes autores de toda la literatura. Para mí es el primero de este siglo. Yo estuve en los actos del centenario de Joyce y cuando alguien lo comparó con Kafka dije que eso era una blasfemia. Es que Joyce es importante dentro de la lengua inglesa y de sus infinitas posibilidades, pero es intraducible. En cambio, Kafka escribía en un alemán muy sencillo y delicado. A él le importaba la obra, no la fama, eso es indudable. De todos modos, Kafka, ese soñador que no quiso que sus sueños fueran conocidos, ahora es parte de ese sueño universal que es la memoria.”
Murió en Kierling el 3 de junio de 1924.